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Son muy jóvenes, aunque ya hace años que arrastran importantes cargas familiares. En común tienen que todos perciben la renta mínima de inserción (RMI) y su deseo permanente de encontrar un trabajo estable que los saque del paro y contribuya a normalizar su vida y la de su familia, para sentirse plenamente integrados entre la población activa.

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Yolanda (39) es la mayor del grupo, tiene cuatro hijos de entre 21 y 3 años, el mayor vive con la familia junto con su mujer de 18 años que en abril la hará abuela, así que ella siempre dice que de hecho son cinco los hijos que tiene, porqué todos dependen de ella y de su marido. Maria José (32) es madre de tres niños de 14, 9 y 6 años, su marido está en paro, pero, cada día sale a “buscarse la vida” recogiendo chatarra. Emilia (32) se casó muy joven, como es tradición en la cultura gitana, pero, el marido se desentendió pronto de la familia y ha criado sola a un chico y una chica que ahora tienen 12 y 14 años. Su amiga Sonia (31) explica una experiencia similar, también se casó muy jovencita con un chico que no se quiso hacer cargo de los tres hijos que tuvieron, una chica de 12 y dos niños de 8 y 4 años, en la mayor confía mucho “es muy responsable y me echa una mano con los pequeños” dice orgullosa. Paqui (26) tiene dos hijos de 4 y 3 años, está casada con un chico marroquí de quien explica satisfecha que comparte con ella el cuidado de los hijos y la casa. Jose (25) es el más joven y el único chico del grupo, tiene dos hijos de 6 y 3 años, asegura que con estos dos ya ha completado la familia y se declara colaborador en las faenas domesticas. Todo ello, hace que sus condiciones personales y laborales se ajusten a los requisitos de esta convocatoria: cargas familiares, tener entre 25 i 60 años, recibir la RMI, familias monoparentales y familias con dos o más hijos. El contrato de trabajo incluye un programa de formación sobre riesgos laborales, competencia digital orientada a la búsqueda de trabajo, y autonomía e iniciativa para adquirir capacidades y herramientas para ser capaz de crear una empresa.

   

Inserción sociolaboral, una carrera de obstáculos
Los seis se han incorporado al equipo de la brigada de limpieza y mantenimiento del Consorcio, gracias a un plan de ocupación del Servei Català d’Ocupació (SOC) que llega al Consorcio a través del ayuntamiento de Sant Adrià, ya que las plazas las ha asignado la Generalitat en función del número de casos de RMI de cada municipio, seis en el caso de Sant Adrià, que tiene un 22,1% de paro (3.853 personas) y 204 casos de RMI, sobre una población total de 35.453 habitantes, según datos de 2013. El programa, que se inició a finales de diciembre, es para seis meses con un contrato laboral de 40 horas semanales, que incluyen 30 horas de formación. A través de esta iniciativa, los trabajadores, todos del barrio de la Mina y personas con dificultades de inserción, ganan experiencia laboral y formación, de cara a aumentar su cualificación profesional y mejorar sus posibilidades de acceso a un puesto de trabajo dentro del mercado laboral. Y, al mismo tiempo, el proyecto es complementario del Plan de actuación social del Plan de transformación del barrio de la Mina, en este caso, directamente relacionado con los objetivos de mejora del espacio público y el civismo, y la formación e inserción sociolaboral.

De hecho, las seis personas que se han beneficiado son usuarias de la Red de Servicios de Inserción Sociolaboral del Consorcio y siguen sus propios itinerarios personalizados de formación e inserción. Han hecho cursos de todo tipo y han trabajado en diversos empleos, que se han sumado a su currículum inicial, ya que las hay que han trabajado en la venta ambulante, haciendo limpieza o atendiendo niños pequeños o personas mayores. Ellos valoran muy especialmente las practicas que han podido hacer acompañando la formación teórica y, sobretodo, todas las veces que han conseguido un trabajo en el mercado ordinario. La lista es larga: monitora de comedor, ayudante de cocina, carnicera o pescadera, limpieza de hoteles, pulidora de suelos, pintor, reponedor y mozo de almacén de grandes superficies comerciales, cajera, camarera, repartidor de periódicos… Todos lamentan no haber acabado la escolarización obligatoria, generalmente por condicionantes económicos y sociofamiliares, que después les han limitado el acceso a un puesto de trabajo. En consecuencia, en estos momentos, tienen claro que quieren que sus hijos e hijas completen sus estudios y los animan a llegar tan lejos como puedan.

     

Contribución a la mejora del espacio público
Las tareas que realizan ahora con el equipo de la brigada del Consorcio son de limpieza de las zonas verdes y aparcamientos, reparación del mobiliario urbano y pintar las paredes del barrio para eliminar los grafitis. Estas actividades también contribuyen a la sensibilización para el civismo. Todos reconocen que ahora son más conscientes de la suciedad en las calles y de las acciones incívicas que estropean el espacio común que comparten en el barrio con sus vecinos y vecinas, que también es uno de los objetivos que pretende el programa. En este sentido, colaboran con el servicio que substituye al equipo de Agentes cívicos, cerrado a finales del año pasado per una reducción del gasto del Consorcio, diariamente, hay un control sobre el terreno de los diversos sectores del barrio, para detectar desperfectos en el mobiliario urbano, coches abandonados, basura fuera de los contenedores, muebles viejos en la vía pública, o cualquier tipo de incidencia que afecte al buen uso del espacio público.

Con esta nueva oportunidad quieren demostrar, una vez más, que saben trabajar y ser responsables de las tareas que se les encomiendan, que son capaces de formar equipo con sus compañeros y adaptarse a las exigencias del trabajo. Recuerdan que en un primer momento acusaron el esfuerzo físico al que no estaban acostumbrados, pero, que ahora ya se sienten bien e incluso con más ganas de afrontar el día a día y las complicaciones de conciliar la vida familiar y laboral. Sonia explica que cuando sale para ir al trabajo, que por la mañana empieza a las ocho y media, ya deja a sus tres hijos vestidos, desayunados, con los bocadillos para el colegio preparados y las mochilas listas. El resto de sus compañeras aseguran que hacen lo mismo, y alguna añade que desde que trabaja sus hijos se quejan porque dicen que ahora la ven menos, y que tiene que explicarles que lo hace por ellos, pensando en su futuro. Los seis se llevan bien y forman un buen equipo, junto a Fede y Jose, los responsables que coordinan los trabajos de la brigada. Pero, a demás, con la convivencia diaria y la experiencia de trabajar juntos, también han formado un grupo donde se apoyan mutuamente y donde impera el buen humor y el compañerismo que, como dice Emilia, “también ayuda a compensar el dolor de rodillas al final de la jornada”.

  

Consorcio del barrio de la Mina